lunes, 31 de marzo de 2014

La adopción en las aves, un parasitismo entre congéneres

El principal objetivo de todos los seres vivos es pasar sus genes a la siguiente generación. Asimismo, en el caso de especies con reproducción sexual, los individuos intentarán aparearse con otros individuos que tengan los mejores genes para pasar a su descendencia, ya sea porque son complementarios a los suyos, o porque tienen unas características particulares que incrementarán la supervivencia y el éxito reproductor de sus hijos. Esto es lo que se conoce como la hipótesis de los buenos genes.

Pero en aquellas especies en las que es necesario el cuidado parental, o sea, que después del nacimiento los hijos deben ser cuidados por los padres antes de emanciparse, un individuo con buenos genes no tiene porque ser necesariamente un buen padre, sobre todo cuando se trata de individuos jóvenes o inexpertos. En este caso, una buena opción puede ser dejar a los hijos a cargo de una pareja experimentada que tenga más posibilidades de sacarlos adelante, lo que es especialmente importante en los animales en los que se necesita el esfuerzo de los dos padres para alimentar y cuidar a las crías.

En casi 200 especies de aves se ha comprobado que las hembras pueden poner algunos de sus huevos en los nidos de otras parejas de su misma especie, es lo que se conoce como parasitismo de camada o por sus siglas en inglés como CBP (conspecific brood parasitism). Este fenómeno ha intrigado a muchos investigadores, ya que si el éxito del parasitismo depende en gran medida del éxito de los huéspedes, y el parasitismo reduce el éxito de los mismos, poner los huevos en otro nido no parece ser una buena solución. El CBP ofrece por lo tanto una buena oportunidad para estudiar este conflicto de intereses entre parásitos y huéspedes.

Puesta de 5 huevos en el cormorán moñudo

Una de las especies en las que hemos observado este tipo de parasitismo es el Cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis). Esta especie tiene un tamaño de puesta modal de 3 huevos, que son de un tamaño muy pequeño en relación al tamaño de la hembra. Tanto el tamaño de los huevos como el número de huevos por puesta está relacionado con la forma de incubación. Los cormoranes colocan los huevos entre sus patas para incubarlos, por lo que si los huevos fueran mayores o el número de huevos fuera demasiado grande no podrían cubrirlos eficazmente y se reduciría el éxito de la eclosión. De hecho, se ha comprobado que puestas de 4 huevos fracasan significativamente más que las de 3 huevos y en las puestas de 5 o 6 huevos no suele eclosionar ningún pollo.

Estas puestas de más de 3 huevos, que representan aproximadamente el 17% del total de puestas en las Islas Cíes, se han atribuido normalmente a casos de parasitismo, en los que una hembra pone sus huevos en el nido de otra pareja, o poliginia (dos hembras que se aparean con un mismo macho y ponen los huevos en un sólo nido). En el primer caso, es probable que la hembra no confíe en las habilidades de su pareja para sacar adelante a los pollos, bien porque sea un macho joven o porque esté en un nido de baja calidad (por ejemplo, muy expuesto a las inclemencias del tiempo o a los depredadores). Poner algún huevo en otro nido sería una forma de dispersar el riesgo, y nunca mejor dicho, de no poner todos los huevos en la misma cesta.

Huevo de cormorán moñudo en un nido de gaviota patiamarilla

En algunos casos las hembras son expulsadas por los legítimos propietarios del nido cuando intentan parasitarlo y acaban poniendo sus huevos en el suelo, o incluso y como hemos observado en una ocasión en la colonia de As Pantorgas (Asturies), poniéndolo en un nido de Gaviota patiamarilla (Larus michaellis). Es evidente que en ninguna de estas dos situaciones los huevos llegarán a eclosionar y en el caso de que lo hiciera, como en el nido de la gaviota, las probabilidades de sobrevivir serían nulas.

Pollada de ánade real (Anas platyrhynchos)

Este tipo de parasitismo es muy frecuente entre las anátidas, donde se ha confirmado en 76 de las 162 especies descritas de esta familia de aves. Entre los patos y gansos, al contrario que ocurre con los cormoranes moñudos, las hembras son capaces de incubar una gran cantidad de huevos y de mantener una pollada de más de una docena de pollos sin problemas, ya que estos consiguen el alimento por si mismos. Por otra parte, la hembra parasitada puede beneficiarse indirectamente de ese parasitismo ya que al incluir entre sus hijos a varios pollos no relacionados genéticamente con ella, hay más probabilidades de que si un depredador ataca a la pollada capture un patito que no sea suyo, lo que no ocurriría si todos los ellos fueran sus hijos.

¿Qué sentido tiene entonces para los cormoranes dejar a sus hijos en otro nido si las posibilidades de que sobreviva son casi nulas? Algunas teorías afirman que este tipo de parasitismo podría ser un peldaño macroevolutivo hacia unos sistemas de reprodución más diversos, o por el contrario un residuo evolutivo de una situación anterior en la que podría haber resultado beneficioso.

 Modelo de decisiones de reproducción. Tomado de Lyon y McEady (2008). Click para ampliar

Según el modelo de Sorenson de 1991 y ampliado por Lyon y McEady en 2008, el nivel óptimo del esfuerzo reproductivo (representado por la línea inclinada) varía con las condiciones ecológicas y fenotípicas (probabilidad de éxito, habilidad parental, costes de reproducción, etc.). El anidamiento requiere una inversión mínima bastante alta (Threshold for nesting), que será mayor que la inversión necesaria sólo para poner huevos (Threshold for egg laying). Si no tienen la posibilidad de parasitar nidos de conespecíficos, las hembras sólo podrán tener dos decisiones: criar o no criar. Si las condiciones son marginales y por lo tanto hay una baja probabilidad de éxito, las hembras deberían realizar un esfuerzo reproductivo muy grande (por encima de la inversión óptima) o muy pequeño (por debajo del óptimo) que el que las condiciones ecológicas podrían garantizar. En este caso, poner los huevos en otro nido requiere una pequeña inversión (egg laying) y por lo tanto permitirá a la hembra ajustar mejor su inversión y aumentar la probabilidad de éxito. Por el contrario, cuando las condiciones son muy buenas y la probabilidad de éxito es muy alta, las hembras podrían incrementar su inversión reproductora y maximizar ese éxito parasitando otros nidos además de poner huevos en su propio nido.

Referencias


Lyon, B. (2000). Family matters: Kin selection and the evolution of conspecific brood parasitism Proceedings of the National Academy of Sciences, 97 (24), 12942-12944 DOI: 10.1073/pnas.97.24.12942

lunes, 24 de marzo de 2014

Las nutrias son un lujo para Gijón y no un problema


Hace no demasiado tiempo, los ríos de Asturias estaban tan contaminados que la vida en ellos se había hecho prácticamente imposible. Pocas aves, peces o mamíferos eran capaces de sobrevivir en unos cauces enfermos por la multitud de residuos urbanos e industriales que se vertían en ellos. Entre estas especies estaba la nutria, que llegó a desaparecer de gran parte de nuestra geografía, motivó por el cual fue incluida en el catálogo asturiano de especies amenazadas en la categoría “de interés especial”. Este declive no solo tuvo lugar en Asturias, sino también en el resto de Europa, y conscientes de la preocupante situación a la que había llegado durante el S. XX, se le dio el máximo nivel de protección, incluyéndola en la Directiva Hábitats 92/43/CEE como especie de interés comunitario que requería una protección estricta y en el Convenio de Berna como especie estrictamente protegida.

Con el paso de los años, y aunque muchos de los problemas que afectan a nuestros cauces fluviales aún siguen estando presentes, resulta indudable que la calidad de las aguas ha mejorado. Con el cierre de los lavaderos de carbón y la instalación de filtros y depuradoras, muchas de las especies que había abandonado nuestros ríos regresaron a ellos después de décadas de ausencia. La nutria no fue una excepción, y fue recolonizando poco a poco gran parte de sus antiguos territorios, llegando incluso a la zona central donde ya poca gente se acordaba de ellas.

En el año 2012 se empezó a sospechar de la presencia de estos mustélidos en los estanques del Parque de Isabel la Católica, en pleno centro de Gijón. La aparición de rastros y excrementos parecía dejar claro que las nutrias habían regresado por la puerta grande. Siguiendo el curso del río Piles, entraron por el canal del antiguo molino y llegaron a los estanques del parque, que no son sino los restos de una antigua marisma que ocupaba todo el barrio gijonés de La Arena, y donde con total seguridad habrían vivido sus antepasados muchos años atrás. Allí se encontraron con gran cantidad de alimento en forma de carpas, anguilas y gambusias, además de cangrejos americanos.

Durante los primeros meses apenas se dejaron ver, entraban por la noche y abandonaban el parque al despuntar el alba, pero poco a poco se fueron haciendo más confiadas y sus estancias en el parque se prolongaron hasta que finalmente decidieron quedarse. Encontraron refugio en las islas y empezaron a dejarse ver a plena luz del día, al principio solo de vez en cuando y poco a poco durante largos periodos de tiempo. Esta especie desarrolla la mayor parte de su actividad por la noche, una estrategia común entre muchos animales para evitar a sus enemigos, y entre ellos al hombre, que durante años la ha perseguido y dado muerte, tanto para conseguir su piel como para vénganse de ella por haber cometido la osadía de alimentarse de los peces que muchos pescadores consideraban, y aún siguen considerando, una más de sus propiedades. La tranquilidad que encontraron aquí hizo que perdieran el miedo y que cambiaran sus costumbres. 


Pronto se corrió la voz de que había nutrias en el parque y muchas personas se acercaron a visitar a las nuevas inquilinas del mismo. Yo fui una de esas personas y aún recuerdo la sorpresa del primer día, cuando después de una hora de espera apareció una pareja y se puso a nadar y a jugar a escasos metros de mí. También las vi pescar grandes anguilas y comérselas delante de la gente sin ningún temor. En muy pocos parques urbanos del mundo se podía disfrutar de un espectáculo parecido, que nada tiene que ver con el ofrecido por dos de sus congéneres, que cautivos en una urna de cristal se comportan de manera esquizoide en el cercano acuario de la ciudad.

Pero no todo iba a ser una historia color de rosa. Coincidiendo con la llegada de las nutrias empezaron a aparecer los cadáveres de algunos patos domésticos, que alicortados para evitar que se escaparan, resultaban presas fáciles para cualquier animal con un poco de hambre. Aunque la dieta de estos mustélidos se compone básicamente de peces, también pueden comer anfibios, reptiles, mamíferos y aves en menor medida y siempre de forma ocasional. El culpable ya había sido acusado, sin ningún juicio ni posibilidad de defensa.

No tardaron en empezar a oírse las primeras quejas, primero por parte de los responsables del parque y luego por algunos de sus visitantes, que afirmaban que estaban provocando una carnicería sin precedentes y que acabarían esquilmando la fauna alada (o mejor, alicortada) del lugar. Y en una escalada de acusaciones, a los responsables del parque y visitantes se unieron algunos ornitólogos, que afirmaban que eran las responsables del descenso de aves salvajes invernantes, y sugerían que por el bien de los patos y “de las propias nutrias”, se las capturara y se las llevara a otro lugar más seguro y más lejano para evitar que murieran atropelladas en alguna de las calles aledañas. Lo cierto es que ninguna anátida salvaje ha aparecido depredada y nutrias atropelladas aparecen en numerosas ocasiones y en muchos lugares sin que se haga nada para remediarlo, por lo que estas afirmaciones resultan bastante desafortunadas.

Ante estas acusaciones quizás sea necesario recordar que tal como confirman los censos que realiza anualmente la Coordinadora Ornitolóxica d’Asturies, la caída en el número de patos invernantes en los estanques del parque es muy anterior a la presencia de nutrias en los mismos. Si en el año 2000 se llegaron a censar 348 porrones comunes y 166 porrones moñudos en este lugar, en el año 2012, cuando se empezó a sospechar de la presencia de nutrias, su número ya se había reducido a 77 y 90 aves respectivamente. Los patos habían cambiado de lugar de invernada, probablemente hacia el cercano embalse de San Andrés de los Tacones, donde quizás encontraron mejores condiciones y donde actualmente se concentran la mayoría de porrones invernantes de Asturias y donde, curiosamente, hay varios ejemplares residentes de nutria, al igual que ocurre en otras masas de agua en las que tanto anátidas invernantes como residentes comparten el espacio con ellas. Una vez más, los datos, como el algodón, no engañan.  

Y al olor de la carroña de los patos muertos acudieron rápidamente nuestros representantes políticos. Los mismos que con sus actos y decisiones nos confirman a diario su escaso interés por la conservación de la naturaleza y que apoyan por consenso las matanzas de lobos y de cormoranes grandes, ahora se encuentran preocupadísimos por la muerte de unos patos domésticos y utilizan a las nutrias como una nueva arma arrojadiza contra sus adversarios, lo que nos faltaba por oír. Todo sirve para hacer política y para intentar ganar unos cuantos votos, aunque la mayoría de los que se escandalizan por la presunta carnicería no sepan distinguir una nutria de una comadreja ni un cisne de un ánsar común.

¿Pero qué pasa con las supuestas víctimas? Tal como he comentado anteriormente, las nutrias, aunque eminentemente piscívoras, pueden comer aves puntualmente y seguramente alguno de estos patos domésticos, una vez eliminada su capacidad para el vuelo, haya sido una de sus presas. Pero no debemos olvidar que otros depredadores, como zorros, ginetas, tejones, halcones peregrinos, gavilanes o ratas, han sido observados tanto en el parque como en sus proximidades, sin olvidar la gran cantidad de perros sueltos y gatos asilvestrados que hay en la zona, por lo que la lista de posibles “sospechosos” se amplía considerablemente. Por otra parte, debemos tener en cuenta que estas aves forman parte de una colección y que a todos los efectos tienen la catalogación de animales de granja, lo que no ocurre con las nutrias, de procedencia salvaje y que como indicaba al principio están estrictamente protegidas en Asturias y cuentan con un Plan de Manejo aprobado en el año 1993 (Decreto 73/1993, de 29 de julio) que garantiza su protección.


La desconexión de los ciudadanos con la naturaleza que les rodea es cada vez mayor y no sabemos, o no queremos aceptar, que los procesos naturales incluyen a depredadores y a presas, y tratar a unos como buenos y a otros como malos es una afirmación pueril y muy alejada de la realidad. Todas las especies forman parte del mismo puzle y su presencia en este parque urbano, lejos de ser problema debería ser un motivo de orgullo para todos. Es un auténtico lujo para una ciudad como Gijón poder contar con unos vecinos como estos en su espacio verde más emblemático, ya que aparte de confirmar la recuperación del medio fluvial del concejo, se trata de una oportunidad única para poder observar a unos animales muy esquivos y difíciles de ver en condiciones normales. Si uno de los objetivos operacionales del Plan de Manejo de la especie es “incrementar el conocimiento y la sensibilidad de la sociedad asturiana hacia la problemática de la nutria y la necesidad de su conservación y la de su hábitat”, no se me ocurre una manera mejor de hacerlo que dejar a las nutrias en paz en el lugar que ellas mismas han elegido para vivir.

Este artículo que os adelanto en el blog ha sido publicado en el diario La Nueva España en la sección de Opinión.

PD: hace unos días se inició una campaña de recogidas para que el Ayuntamiento de Xixón evite las molestias a las nutrias y para que mantega a las aves exóticas de forma adecuada. Aunque como ya he comentado, cualquier tipo de molestias sobre la especie seria motivo de sanción, si queréis podéis firmar en este enlace.

lunes, 17 de marzo de 2014

Los buitres que volaban sobre la mar


Hay sólo dos lugares en el mundo en los que se puede observar una imagen como la anterior, en la que un buitre leonado (Gyps fulvus) sobrevuela la superficie del mar acosado por una Gaviota patiamarilla (Larus michahellis). Uno se encuentra en la isla croata de Cres y el otro en el Monte Candina, en Cantabria, un macizo calizo de 483 metros de altura cuyas laderas y acantilados caen directamente sobre el Mar Cantábrico. En ambos lugares, los buitres han abandonado sus tradicionales riscos en las montañas para ubicar sus nidos en los acantilados marinos.

El miércoles pasado quedé con mis amigos Jesús Menéndez y Germán Ibarra para visitar esta zona única a la que le tenía ganas desde hacía años, pero siempre lo íbamos retrasando por falta de tiempo o porque la meteorología no acompañaba. Esta vez no había excusa, el tiempo era inmejorable y además tenía que hacer un viaje a Bilbao y me pillaba de camino. Y no podía tener unos guías mejores, ya que Germán, junto a su hermano Javi, habían sido de los primeros ornitólogos en visitar y censar la avifauna de este lugar privilegiado.


Aunque hay varias rutas para subir al Candina, puede que la más sencilla sea desde la localidad de Sonabia, desde donde se asciende por las dunas remontantes que parten desde la playa de Valdearenas. Una de las características geológicas de este sistema dunar es la existencia de cuatro estructuras dunares (primaria, secundaria, terciaria y rampante) muy diferentes entre sí, ya que se depositaron por distintos vientos. Pero tal como me comentó Jesús, un estudio reciente ha revelado que desde el punto de vista granulómetrico, las arenas de la duna rampante y las de la playa son de dos momentos geológicos muy diferentes, de ahí su gran singularidad. La estructura  básica de las dunas de la playa (primarias, secundarias y terciarias) son sedimentos del periodo cuaternario mientras que los de la duna rampante tienen una composición que no se corresponde con las citadas del cuaternario sino que son mucho más antiguas, y han sido originadas por transporte en un tiempo geológico en el que las aguas estaban más bajas, en las que la orilla estaba a gran distancia de la actual, desconociéndose el origen de su formación.

Desde la playa se sube por un camino bastante tendido y suave que discurre por la duna rampante y que sido labrado tanto por los montañeros como por las cabras que pastan por la zona.


A medida que íbamos subiendo ya vimos a los primeros buitres volando sobre nosotros. Varias parejas anidan en las paredes calizas que se orientan hacia el este. Sus nidos se pueden ver cómodamente desde el chiringuito playero reformado en observatorio que está cerca del aparcamiento de la playa. Pero nuestro mayor interés era ver a los que habían elegido los acantilados marinos para criar, y para verlos había que seguir subiendo un poco más.


A unos 150 metros para la cima, nos sentamos en el borde del acantilado para admirar las vistas del monte Buciero, en la desembocadura del estuario del Río Asón, que forma parte del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.


Desde ese lugar se podían observar dos nidos de buitre pegados a la pared caliza en uno de los cuales un pollo de pocos días era protegido por uno de sus padres. Solo con girar la cabeza teníamos la sensación de viajar en el tiempo y en el espacio, ya que mientras a un lado la imagen era la típica de la alta montaña, hacia el otro se veían bandos de gaviotas patiamarillas peleándose por los descartes de un pesquero mientras eran acosadas por un págalo grande, y un poco más lejos, dos araos comunes flotaban como corchos sumergiéndose cada poco para pescar. Al enfocar los prismáticos hacia el horizonte se veían pasar los alcatraces y a lo lejos, un águila pescadora volaba camino de su nido en el norte de Europa.

A pesar de que el sol ya brillaba desde hacía un par de horas, no hacía demasiado calor y aún no se habían formado las corrientes térmicas que muchas aves aprovechan para coger altura, y la imagen que esperábamos, la de los buitres volando sobre la mar se estaba haciendo de rogar.


No tuvimos que esperar mucho tiempo para que aparecieran los primeros, algunos salían de sus nidos después de pasar la noche en ellos y otros llegaban, probablemente con el buche lleno de comida para alimentar a los pollos. Y tras los buitres, las gaviotas, que ya se encuentran acotando los territorios de cría y no dudan en acosar a cualquiera que se acerque por las proximidades, aunque tenga más de dos metros y medio de envergadura.


Algunos buitres aparecían repentinamente detrás del monte y volaban durante unos instantes sobre la superficie de la mar para girar como grandes aviones comerciales, plegar las alas y sacar los trenes de aterrizaje para entrar directamente a los nidos. Aunque desde la posición en la que estábamos no podíamos ver el lugar exacto donde se ubicaban, siguiendo su trayectoria se interpretaban sin dificultad que estaban en los cortados marinos que caían verticales sobre la mar, a no demasiados metros de la superficie, lo que los hacía únicos.

Esta ubicación de los nidos es la responsable de que todos los años algún pollo de buitre se caiga al agua durante sus primeros vuelos y tenga que ser rescatado por algún pesquero o por las patrullas de salvamento marítimo. Si llegan a tiempo no hay ningún problema, ya que una vez seco y después de pasado el susto es capaz de remontar el vuelo sin problemas.


Ya era la hora de bajar y volviendo sobre nuestros pasos nos dirigimos de nuevo hacia la playa. Los buitres seguían volando sobre nosotros y una pareja de halcón peregrino pasó varias veces a nuestro lado, gritando continuamente. Las vistas desde aquí eran espectaculares; hacia el oeste se apreciaba perfectamente el perfil irregular de este tramo de costa, formado por pequeños acantilados, numerosas calas y pequeños islotes y al fondo el cabo Cebollero, también conocido como la ballena.


Una vez que llegamos a la playa cogimos el coche para ver el monte Candina desde otra perspectiva, esta vez desde la playa de San Julián, al oeste. Desde aquí se puede observar el monte aún más impresionante, divisándose perfectamente los acantilados verticales en donde los cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis) y los buitres comparten las repisas para nidificar.

Milano negro volando sobre la playa

Pero el monte Candina no es sólo especial por su colonia de Buitre leonado, que con sus más de 100 parejas nidificantes es la más numerosa de Cantabria. En sus laderas se reproducen otras muchas aves características de los cortados rocosos de media y alta montaña. Y no sólo están presentes, sino que algunas alcanzan en esta zona relativamente pequeña unas densidades inusitadamente altas. Entre estas aves destacan 4 parejas de alimoche (Neophron percnopterus), 4 de Halcón peregrino (Falco peregrinus), que es una de las mayores densidades a nivel mundial,  1 de Águila culebrera (Circaetus gallicus), 1-2 de Águila calzada (Hieraaetus pennatus) y varias parejas de Milano negro (Milvus migrans). Aparte de las rapaces, las dos especies de chovas, la Chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) y la Chova piquigualda (Pyrrhocorax graculus), también nidifican aquí, siendo para esta última especie el único lugar costero de nidificación en la Península Ibérica y el que está situado a menor altitud. También se pueden observar las dos especies de roqueros, el rojo (Monticola saxatilis) y el solitario (Monticola solitarius) y una gran cantidad de pequeños paseriformes.

En cualquier lugar del mundo, un lugar como este gozaría de la máxima figura de protección, pero sorprendentemente, el Monte Candina sólo está incluido en el L.I.C Río Agüera, lo que no lo protege en absoluto. La zona esta sometida a una gran presión humana, sobre todo turística y en estos momentos a cualquier empresa se le podría ocurrir abrir una cantera en las mismas laderas del monte y no encontraría demasiados impedimentos.

Como comentaba al principio, solo hay otro lugar en el mundo como este, pero mientras en la Isla de Cres, su colonia de buitres marinos goza de la máxima protección y actualmente cuenta con un importante proyecto de conservación y voluntariado, el monte Candina tiene un futuro preocupante e incierto y no parece que las autoridades competentes estén dispuestas a hacer algo para remediarlo.

Jesús y Germán, muchas gracias por la visita y todo lo que aprendí con vosotros ese día.

NOTA: haced click en las fotos si las queréis ver a mayor tamaño.

lunes, 10 de marzo de 2014

Las salamandras y el fuego: mitos, leyendas y supersticiones sobre un animal inofensivo


Uno de los mitos más extendidos desde la antigüedad es el de la relación entre la salamandra y el fuego, y que incluso le da el nombre en inglés a la salamandra común (Fire salamander). Las primeras referencias a esta relación aparecen en al mitología griega. Prometeo, el Titán amigo de los mortales, subió al monte Olimpo para robar el fuego a los dioses y entregárselo a los humanos, ya que Zéus se lo había quitado como castigo a un un engaño que Prometeo le había hecho con el reparto de un buey. Pero el fuego estaba en las profundidades, y fueron las salamandras, las hadas más antiguas, anteriores incluso a los propios dioses, las que lo rescataron de allí y lo trasportaron a la superficie, al mundo conocido.

Según Aristóteles, la salamandra estaba asociada al fuego y era capaz de sofocarlo cuando caminaba sobre él, creencia que fue posteriormente recogida por Plinio el Viejo (23-79 d.C.), que aparte de las cualidades apaga fuegos de las salamandras, fue el primero que comentó sus propiedades venenosas, ya que según él, sólo con que una salamandra diera una vuelta a un árbol era capaz de envenenar su fruto y al que lo consumía.

Leonardo da Vinci (1452-1519) afirmaba que la salamandra no poseía órganos digestivos, y solamente adquiría alimento del fuego, el cual renovaba constantemente su piel escamosa. Por su parte, Paracelso (1493-1541), en su "Tratado de los ninfos, silfos, pigmeos, salamandras y otros seres" sugirió que de los cuatro reinos o elementos (tierra, aire, fuego y agua) la salamandra era el elemento del fuego.

Representación de una salamandra en el fuego (Historia de la alquimia y de los principios de la Química, 1902)

Curiosamente, la buena imagen de la salamandra, a la que siglos atrás se la había considerado nuestra aliada, al rescatar el fuego para que pudiera ser usado por nosotros, cambió radicalmente y la idea de que se trataba de un animal venenoso y perjudicial aún llega hasta nuestros días, una vez que estas creencias paganas fueran adoptadas por la Iglesia católica. Isidoro de Sevilla, que fue arzobispo de esta ciudad entre 599 y 636, influenciado por los textos de Plinio, escribió que las salamandras eran capaces "de emponzoñar y secar un árbol frutal, y envenenar los pozos de agua potable", mientras que San Agustín decía de ellas que eran el símbolo de los condenados, ya que eran capaces de sufrir las llamas del infierno sin consumirse.


La creencia de la resistencia al fuego de las salamandras aún llega a nuestros días, e incluso son frecuentes los símbolos que hacen referencia a ello en la literatura y el cine. En Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury llevada al cine por François Truffaut, los bomberos se dedicaban a quemar libros, ya que el gobierno afirmaba que leer llenaba de angustia e impedía la felicidad. Pues en el escudo de este singular cuerpo de bomberos, junto a unos libros ardiendo, aparecía la figura de una salamandra.


Pero incluso en nuestra vida cotidiana utilizamos su nombre para relacionarla con el fuego, por ejemplo, las estufas de hierro inventadas por Benjamin Franklin en 1742, y que fueron el primer sistema de calefacción que no estaba integrado en la construcción, reciben el nombre genérico de salamandras, quizás porque se puede ver el fuego arder en su interior y al señor Franklin se le ocurrió que alguno de estos pobres anfibios debía arder allí dentro.

En cuanto a la mala fama de las salamandras, en Asturies y el norte de la Península ibérica no faltan los dichos populares que hacen referencia a las sacaveras, a las que se les atribuye la capacidad de matar de un sólo mordisco o de un picotazo, lo que no deja ser sorprendente para un animal que no tiene ni dientes ni pico, ni aguijón:

- "Mordedura de sacavera nun espera misa entera"
- "Si te muerde una sacavera, nun y-da tiimpu al cura a encender una vela" (concejo de Aller)
- "Esquirpión y sacavera ni la confesión esperan; sacavera y esquirpión no esperan confesión"
- "Si te pica la sacavera, prepara la pala y la batedera” (Laciana, León)
- "Si te pica la sacavera reza y compra cera". (Omaña, León)

También en Asturies, son curiosas las frases que se refieren a las sacaveras, ya que cuando se compara a una persona con una sacavera nunca es para piropearla, por ejemplo decir que una persona es como una sacavera, es lo mismo que decir que es una persona malvada y más aún si se la compara como una "sacavera rucia". También se dice que la mujer que "tien la llingua como una sacavera", es una deslenguada.

De todas formas, la imagen de la salamandra no siempre se asoció al mal. Curiosamente, en heráldica la salamandra representa al valor y al amor y también se la considera como la personificación de la constancia y el coraje en la adversidad.


Blasón medieval de la villa de Gennes, en el valle del Loira (Francia) en el que se representa una salamandra en el fuego.

Las representaciones de salamandras en escudos y blasones, siempre rodeadas de fuego, son muy frecuentes en Francia y España.

Lo que no está muy claro es de donde parte esa idea de la inmunidad de las salamandras al fuego, que evidentemente no es real, ya que una salamandra moriría en poco tiempo si se viera rodeada de llamas. Una de las posibles explicaciones era que las salamandras durante el día se escondían entre la leña y que al llegar la noche y coger esa leña para echarla al fuego, las salamandras salían entre las ramas secas ante el asombro de los que observaban la escena.

En cuanto al terrible veneno con el que las salamandras son capaces de "emponzoñar ríos y manantiales", "secar árboles" y "morder o picar" a un ser humano y matarlo en segundos, nada de esto es cierto. Las salamandras son capaces de secretar una sustancia blanquecina (la salamandrina) si se sienten amenazadas. Esa sustancia, ligeramente tóxica e inocua para el ser humano, tiene un sabor desagradable que disuade a muchos depredadores de que se la coman. Aún así, tampoco es demasiado eficaz, ya que muchos de ellos como erizos, tejones, víboras, o aves como cárabos o ratoneros, las capturan y se alimentan de ellas.

Salamandra común en una noche lluviosa entre las piedras del Monasterio de las Pelayas

Afortunadamente, muchas de esas falsas creencias ya se están perdiendo y gracias a la difusión de artículos, trabajos, o simplemente gracias al boca a boca, mucha gente está empezando a ver a las salamandras como lo que son, unos animales inofensivos, beneficiosos y además muy bonitos.

viernes, 7 de marzo de 2014

Percebeiros en Veiga

Veiga (Puerto de Vega) es un pueblo marinero del concejo de Navia que se puede considerar como la referencia de la pesquería del percebe en Asturies. Hablar de Veiga es hablar de percebes y de percebeiros, ya que en su lonja se ha llegado a concentrar algunos años el 90% de las ventas de este crustáceo en la provincia, lo que la convierte en una de las lonjas más importantes del país para esta especie.

La pesca del percebe se puede realizar desde embarcación o desde costa, para lo que los pescadores acceden a las rocas saltando desde una barca o bajando por el acantilado hasta las rompientes. Para cavar el percebe, los percebeiros usan la bistronza, una herramienta de hierro acabada en una pala afilada con la que arrancan los piños de la roca. Un traje de neopreno y una gran dosis de valor es lo único que necesitan para engañar a las olas y robarles su manjar más preciado.


Ayer estuvimos grabando un capitulo del programa "De la Mar" en el concejo de Navia y nos acercamos a ver como los percebeiros de Veiga se jugaban el tipo para coger estos crustáceos en un pedreru en la base de La Atalaya. Aunque el temporal de los últimos días ya había amainado eso no implicaba que fuera sencillo cogerlos, porque la mar nunca se duerme, solo descansa de vez en cuando.


Con un ojo en la piedra y otro en las olas que rompen sobre ella, los percebeiros van saltando de roca en roca cavando los piños y guardándolos en una red colgada en su cintura. Conocen esas rocas desde siempre, son las mismas que sus padres y abuelos ya cavaban entes de que ellos nacieran. Entienden cómo se mueve la mar entre ellas y cómo y por donde pasan las olas entre las grietas y los canales. Saben perfectamente donde colocarse, les va la vida en ello.


En ocasiones, las manos no son suficientes para agarrar todos los percebes de una vez y hay que cogerlos como se puede y moverse a una zona sin peligro para guardarlos con calma. Los mejores percebes y los que más se cotizan, están donde más bate la mar y en esas zonas es mucho más arriesgado cogerlos.


Si la ola es muy grande, solo se pueden hacer dos cosas: correr y ponerse fuera de su alcance o agacharse, agarrarse fuerte a la roca con las manos y dejar que la ola pase sobre ti. Pero los pies deben quedar sueltos, ya que un golpe de mar, si el pie está fijo sobre la roca o dentro de una grieta, podría romper el tobillo sin dificultad.


Después de varias horas de trabajo y de jugarse el tipo entre las rocas, que además de resbaladizas cortan como cuchillas, la cesta esta llena. El precio del percebe oscila mucho a lo largo de toda la costera, alcanzando su precio máximo en navidad, pero el día de hoy no ha estado mal.


Como podéis ver algunos presentadores si que se mojan. Rafa (a la izquierda) bajó con los percebeiros hasta las rocas para ver in situ como trabajaban. Aquí lo tenéis grabando un piñu de percebes recién cogidos por Manolo, uno de los 20 que tienen licencia en Veiga para su captura. Si queréis ver imágenes mucho más espectaculares, no os perdáis la serie De la mar, que a partir del próximo miércoles 12 de marzo, a las 22:00 h, comenzará a emitirse en la televisión pública asturiana.

La larga serie de temporales que sufrimos en el Cantabrico y Galicia durante los últimos meses no dio demasiadas opciones a estos currantes de la mar. Estos días, con el cambio de viento y la bajada del oleaje lo tendrán más sencillo, aunque la mar siempre es impredecible y nunca hay que perderla de vista, porque una ola despistada siempre puede venir a darnos un susto.

NOTA: Quisiera agradecer a Oscar, a Rafa, a Paco y a Jorge, unos profesionales como la copa de un pino, que me hayan invitado a participar en el programa (ya lo veréis dentro de unas semanas). Como siempre haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño

lunes, 3 de marzo de 2014

Invítame a cenar y puede que tengamos hijos juntos

Charles Darwin propuso la "Teoría de la selección sexual" para explicar cómo algunos caracteres que incrementaban el éxito reproductivo individual pueden evolucionar aunque supongan un coste en términos de supervivencia. Resultaba evidente que si un animal tiene que sobrevivir, el hecho de cargar con molestos adornos o lucir un vestido de colores llamativos sería contraproducente, ya que conseguiría atraer a los depredadores y por otra parte dificultaría la huida.

Posteriormente a Darwin, Amotz Zahavi formuló en 1975 su famoso "Principio del handicap", que proponía una explicación a la aparición de esos adornos exagerados. Según Zahavi, en una población en la que los machos varían en su calidad, algunos de ellos pueden tener ciertos rasgos que pueden suponer una desventaja para sus supervivencia respecto a otros machos (por ejemplo una cola muy larga o unos colores muy llamativos). De esta forma, sólo aquellos machos que tienen unos genes de alta calidad pueden sobrevivir a pesar de cargar con ese hándicap, y por lo tanto las hembras que se apareen con ellos tendrán hijos que portarán esos "buenos genes".


Normalmente cuando pensamos en animales con este tipo de atributos superdesarrollados y a veces grotescos, nos vienen a la cabeza aves como el pavo real o mamíferos como los ciervos, pero quizás el grupo de animales que presenta una mayor variedad de adornos, colores y estructuras relacionadas con el cortejo y la selección sexual, sean los insectos. Entre ellos hay escarabajos con impresionantes cornamentas, mariposas multicolores, insectos que desprenden luces químicas, o moscas metalizadas. Uno de los insectos que han sido más estudiados como ejemplo de selección sexual han sido las Moscas escorpión, que curiosamente ni son moscas ni son escorpiones, y son totalmente inofensivas. Estos insectos pertenecen al orden de los Mecópteros y entre sus características anatómicas destaca su mandíbula transformada en un largo pico y la presencia de un apéndice abdominal acabado en una pinza, presente sólo en los machos y que recuerda al aguijón de un escorpión. Ese apéndice tiene la función de sujetar a la hembra durante la cópula. Pero el macho de mosca escorpión no tiene el éxito garantizado sólo por tener un aspecto imponente y llamativo, si quiere triunfar y conseguir a una hembra deberá antes invitarla a comer, sino no hay nada que hacer, y más vale que la comida sea de su agrado, porque sino lo rechazará sin contemplaciones. 


El macho de mosca escorpión antes del cortejo deberá capturar a una presa, cuanto mas grande y sabrosa mejor, y ofrecérsela a su pareja. Si a ella le parece lo suficientemente buena, accederá a copular con el macho mientras ella disfruta del banquete. Si la hembra está satisfecha, dedicará mucho tiempo a comer y a saborear la comida y durante ese tiempo, el macho estará transfiriendo el esperma a la hembra, asegurando la paternidad de su descendencia. Por otra parte, no cabe duda de que un macho capaz de capturar una presa muy grande y fuerte arriesga más que uno que captura una pequeña mosca y por tanto, también le estará diciendo a la hembra que es fuerte y que tiene unos buenos genes que pasarle a sus hijos.


Pero la presentación a la hembra de regalos en forma de comida no es exclusiva de los insectos. Muchas aves durante la fase de cortejo y apareamiento dan de comer a las hembras. De esta forma, los machos están indicando a sus parejas que serán capaces de proporcionar alimento a sus futuros hijos. Este comportamiento ha sido bien estudiado en aves marinas, que son especies de larga vida en las que el cuidado parental por parte de los dos miembros de la pareja es la norma general.

El investigador de la Universidad de Vigo, Alberto Velando, demostró que las hembras de Gaviota patiamarilla (Larus michaellis) eran capaces de controlar la duración de la cópula y el número de contactos cloacales del macho durante la misma, según la cantidad de alimento que el macho le proporcionaba (Velando, 2004). Si el macho le traía comida en abundancia, la hembra permitía más contactos sexuales y por lo tanto las probabilidades de fecundación aumentaban. Si el macho no aportaba alimento o este era de poca cantidad, la hembra se movía y no permitía esos contactos. Es de destacar que en las gaviotas, al igual que ocurre en la mayoría de las aves, no existe un órgano copulador especializado, por lo que la transferencia de esperma se produce mediante el contacto de las dos cloacas, lo que require mucha precisión y un consentimiento expreso por parte de la hembra.


El en vídeo anterior, grabado en la colonia de gaviotas de Cabo Vidíu (Ouviñana, Asturies) se puede apreciar que la hembra no desplaza al macho y le permite una larga cópula. Por otra parte, si os fijáis al final del vídeo, una vez que la pareja se separa, se observan los movimientos rítmicos de la cloaca de la hembra, que tienen por objeto ayudar al esperma a ascender y de esa forma se facilita la fecundación.


Si habéis leído hasta aquí es probable que hayáis llegado a la misma conclusión que yo. Nosotros no nos diferenciamos demasiado de las moscas o de las gaviotas a la hora de buscar pareja. Nos vestimos con ropas llamativas que muchas veces no son cómodas, nos preocupamos de nuestro aspecto físico para parecer más atractivos, vamos al gimnasio para exagerar nuestros caracteres sexuales secundarios, y en muchas ocasiones hacemos el ridículo para intentar atraer la atención de nuestra pareja. Y cómo no, toda primera cita que se precie debe incluir una invitación a cenar.

Hace miles de años, el líder del grupo y el que tenía un mayor éxito, era aquel capaz de cazar la presa más grande o más fuerte. Era una manera de indicar a su pareja que el futuro podría conseguir alimento en abundancia para sus hijos y defenderlos de los posibles peligros. En la actualidad, y en nuestra sociedad occidental, no parece demasiado apropiado que el pretendiente salga a la calle a cazar un bisonte para ofrecérselo a su pareja (aunque algunos lo sigan haciendo). Hemos cambiado el bisonte por un menú en un buen restaurante, pero el objetivo es el mismo. A fin de cuentas, nuestro genoma comparte el 60% de los genes con el de una mosca de la fruta y el 98,4% con el de un chimpancé.